Semana VI, día 5


Noté que el término «pelotudo» es muy general. Si se lo examina exhaustivamente, se podrían encontrar numerosas subclasificaciones de pelotudos. Esta hipótesis aplica a cualquier ámbito. Por supuesto, en este caso estoy pensando Saraza S.A.
Sin embargo, dejaré el catálogo de pelotudos y sus respectivas características para otra ocasión. Hoy sólo me centraré en uno de ellos: el cretino no graduado.
Haré un breve resumen de cómo fueron evolucionando mis apreciaciones sobre él.
Impresión 1: pelado genérico.
Impresión 2: pelado genérico mala onda.
Impresión 3: pelado genérico, mala onda, que no contesta mi «buenos días».
Morite puto
Impresión 4: pelado genérico, mala onda, que no contesta el «buenos días» de nadie. Se hace el sordo cuando suena el timbre y si está solo en la oficina es capaz de dejarte afuera hasta que llegue otra persona que te abra.
Es un hijo de puta
Impresión 5: pelado genérico, mala onda, que no contesta ni buenos días ni timbres, y que además es arrogante.
Impresión 6: pelado genérico, mala onda, que no saluda, es jodidamente soberbio y firma como «Ingeniero».
Impresión 7: pelado genérico, mala onda, hijo de puta, mentiroso, que jamás se recibió de ingeniero.

Este cretino sin título académico, que suscribe sus mails como «Ing.», afronta la vida con la falsa creencia de ser demasiado especial e indispensable para la subsistencia y reproducción de la raza humana. Además, está severamente convencido de que aquellos que lo padecemos diariamente por la azarosa disposición física de la oficina, sufrimos de un temor irremediable por la eventual posibilidad de que este sujeto deje de honrarnos con sus dotes intelectuales y sus capacidades de ingeniero adulterado.

Un día se acercó a mi escritorio. Afortunadamente, ya estaba al tanto sobre su innata capacidad para ser un sorete.
Se paró atrás y se quedó mirando lo que escribía.
A los pocos minutos me interrupió:
-Logística es con acento.
Giré la cabeza y lo miré atentamente en silencio. Fue cuando noté la expresión de satisfacción en su rostro. Una media sonrisa burlona le cruzaba la cara, transformándolo en una caricatura maldita y sin pelo. Su mirada exudaba arrogancia y placer. Incluso, pude percibir cómo y cuánto disfrutaba esos breves minutos en los que estuvo convencido de que me humilló categóricamente.
Giré la cabeza nuevamente, miré el monitor y contesté, mientras mis dedos volvían al teclado:
-Coincido con tu consideración. De hecho, todo el texto está sin acentos. Tu conocimiento sobre la lengua española es bastante limitado. O al menos, a lo que acentos se refiere.

Sorpresivamente (¿sorpresivamente?) inicié una guerra.
El jueves pasado se tomó la revancha.
Eran las cuatro de la tarde. Todos estábamos trabajando en nuestros micromundos informáticos dominados por planillas de excel.
El cretino no graduado, apareció con dos desconocidos. Caminó hasta la sala de firmas y cuando estaba a punto de encerrarse, me miró y me hizo señas como si me estuviera pidiendo dos cortados.
Lo miré incrédula:
-¿Me estás pidiendo café?
-Traeme tres cortados

El muy imbécil no sabe ni contar con los dedos

Y se metió.

Me sentí una pelotuda (obviamente, dentro de las subcategorías de pelotudos, yo aplico en algunas, a veces en varias)

El pelado genérico, mala onda, arrogante, que firma como ingeniero y no lo es, que ni siquiera trabaja en mi misma área, ni mucho menos tiene jerarquía sobre mi, me acababa de hacer señas como cuando uno se las hace al mozo de un bar.
Le llevé los tres putos cortados. Me pidió el azucar y le contesté:
-Están en la sala de break, andá a buscarlos.

Habrá revancha. Lo juro.

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